«Los determinantes comerciales de la salud», el editorial de Jorge Bello publicado en diciembre de 2023 por la revista FMC (Formación Médica Continuada en Atención Primaria) · pdf ·
Santa
Fe,
15/12/23 EL
OBJETIVO
SOMOS NOSOTROS No
vale la pena mantener
el puño en alto porque
poco se gana de esta
manera. El daño, el
engaño ya está hecho.
En cambio, hay que
abrir la mano, porque
la esperanza no está
en el puño sino en la
mano abierta. Y todos
tenemos al menos dos
manos para ofrecer. En
efecto, «¿Quién dijo
que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi
corazón» Dejemos que
arriba se muerdan los
unos a los otros.
Abajo, en la realidad
cotidiana, en el
quehacer de cada día,
en la diaria, tenemos
que ofrecer la mano,
tenemos que ofrecernos
la mano, las manos,
los unos a los otros,
y así barrer entre
todos la vereda porque
nadie vendrá a
barrerla. La clave de
la supervivencia, sin
duda, está en lo
local. El
objetivo somos
nosotros, hoy más que
nunca, y no hay que
perder de vista este
objetivo. Hay que
tener siempre a la
vista, y bien
controlados, a todos
los bebés, a todos los
chicos y a todos los
adolescentes, porque
aquí también puede
pasar lo que ha pasado
en otros lugares bajo
circunstancias
similares. En
tiempos de crisis
aumentan los casos de
sexo inaceptable (y,
en consecuencia, los
embarazos no deseados,
luego bebés que nadie
quiere). Aumentan los
casos de abandono
escolar, y esto
implica peores
perspectivas para el
futuro. Se resiente la
salud infanto-juvenil
a causa de la falta de
recursos, de una mala
alimentación, mala
salubridad y
hacinamiento, poco
acceso al centro de
salud, violencia en
casa y en la calle,
drogas, alcohol. Y
aumenta la
inseguridad, lo que
significa más
violencia por parte de
chorros y traficantes,
y más brutalidad y
corrupción por parte
de las fuerzas de
seguridad. Todo
esto ya lo sabemos
porque ya ha pasado,
porque está pasando en
Argentina en general y
en Santa Fe en
particular. Y
continuará pasando
porque nada me hace
pensar que los de
ahora son mejores que
los de antes, y en
todo caso tendrán que
demostrarlo. Las
decisiones que afectan
a los niños y a los
jóvenes continúan
tomándose en base a
opiniones, lo que
huele a improvisación,
en vez de estarlo
sobre bases firmes que
los demás podamos
comprobar. Mientras
que para trabajar de
médico se exige ser
médico, para ser
político o al menos
para parecerlo y tomar
decisiones
importantes, no se
requiere formación
alguna puesto que al
parecer basta con ser
de la familia o del
grupo de amigos, o de
enemigos. Con
excepciones, sin duda,
pero éstas tendrán que
demostrar la valía con
hechos, porque la
palabra y la promesa
ya no
son creíbles. Pero
como ya no podemos
modificar esta
situación puesto que
contó en su momento
con el visto-bueno de
más de la mitad de los
argentinos, no nos
queda otro remedio que
empezar a entender que
hay que protegerse, y
proteger aquéllo que
tenemos aquí, en casa,
en el barrio, porque
vale mucho, es lo
único que tenemos, y
nos representa el
futuro. En caso
contrario, me temo que
vendrá el lobo y ya
será tarde para llorar
sobre la leche
derramada. Por
ejemplo, pregunto:
¿Está previsto
comenzar en otoño con
la vacunación contra
la bronquiolitis de
todos los recién
nacidos y bebés de
menos de 6 meses? Lo
he preguntado, y como
respuesta he topado
con lo de siempre:
palabras, nada
concreto, opiniones.
La vacuna es cara,
pero más cara es la
bronquiolitis. Y si
llegado el frío
vuelven a abundar los
bebés con
insuficiencia
respiratoria por causa
de la bronquiolitis
sin que haya
suficientes pediatras
para atenderlos, ¿qué
explicación nos darán? Siempre,
los que más pierden
son los chicos, y los
chicos de la
periferia. Si los
recursos médicos y de
enfermería continúan
que se concentran en
centros que funcionan
con obra social, un
sistema caro e
ineficaz, y si no hay
suficientes manos en
los centros de salud
de la periferia, que
es donde vive la mayor
parte de bebés, chicos
y adolescentes, ¿qué
explicación nos darán? En
tiempos de crisis,
insisto, aumenta la
deserción escolar, hay
más violencia e
inseguridad, y hay más
abusos sexuales. Y la
salud infanto-juvenil
en mucho se resiente
sin que por ello
mejoren los sistemas
de atención médica y
de enfermería. Tenemos
que proteger a los
bebés, a los chicos y
a los adolescentes, y
proteger las escuelas
y los centros de
salud, los maestros y
los profesores, los
pediatras y las
enfermeras de
pediatría, la salud
escolar y la salud
sexual, las vacunas,
los embarazos. Porque
no sabemos si alguien
se ocupará de verdad
de todo esto que tanto
nos interesa, y que no
puede esperar. Pero,
en efecto, no todo
está perdido. No lo
está porque hay buenos
brazos para
arremangarse, porque
hay una dura lección
con dolor aprendida,
porque hay muchos en
el barrio que están
dispuestos a ofrecer
el corazón si
encuentran quien lo
quiera recibir. Hay
buenos hospitales
donde trabaja gente
buena, tenemos
escuelas dignas y
dignos docentes. Hay
buenos padres y buenas
madres, y buenos
abuelos, y buenos
vecinos. Es decir, hay
esperanza. Abramos
entonces la mano,
porque es aquí, y no
allá, donde está la
esperanza. Eso sí, hay
que cambiar la actitud
pasiva por una actitud
activa. Seamos capaces
de apagar la tele,
dejar el partido y el
mate, dejar la
discusión estéril y
salir a barrer la
vereda. Y si además
hay que limpiar los
baños de la escuela o
del centro de salud,
mil voluntarios debe
haber. Y mil
vigilantes que vigilen
dónde están los
chicos, qué hacen los
adolescentes y con
quién, y construirles
alternativas. Proteger
lo nuestro Por
supuesto que al mismo
tiempo hay que
reclamarle, a la nueva
y médica autoridad
municipal, que haga lo
que hace falta, que
bien lo sabe, y que lo
haga ahora. Queremos
hechos y
transparencia. Pero,
como esto suele ser
lento, y les sería
fácil caer en la
excusa pueril,
mientras tanto tenemos
que entender que la
supervivencia está en
lo local, es decir, en
el barrio, en los
vecinos. Una
cosa no quita la otra
sino que se
complementan. Pero
mientras que una
depende de nosotros,
es decir, del espíritu
cooperativo en lo
local, la otra ya no
depende de la voluntad
del conjunto, aunque
el conjunto conserva
siempre el derecho al
pataleo. El
barrio necesita un
centro de salud, o
conservar el que
tiene. Esto depende
tanto de la autoridad
como de los mismos
vecinos, que tienen
que cuidarlo y
protegerlo, y
defenderlo. Y deben
ayudar para que esté
limpio y organizado. Y
si hay alguien que hoy
no viene, llega tarde,
o se va antes de la
hora, debe justificar
por qué, y devolver
las horas. A cambio de
velar por el centro,
el vecindario tiene
mucho para ganar. El
centro de salud, por
ejemplo en pediatría,
suele
solucionar nueve de
cada diez consultas,
y esto implica que
esos nueve no tuvieron
que ir a la guardia.
Aquí se controla el
desarrollo de todos
los bebés normales y
de todos los embarazos
normales, sin
excepción. Y se
administran todas las
vacunas, a bebés,
niños, adolescentes,
embarazadas y adultos. En
el centro de salud
saben quién es quién,
y qué le afecta a cada
uno. Conocen a la
familias. Enseñan a
prevenir los embarazos
y los conflictos, y a
comer sano y barato, y
están al tanto de
quien hace mucho que
no viene por acá y que
entonces hay que ir a
buscarlo. El
personal debe entender
que están allí para
trabajar. El centro
necesita médico y
enfermera, mañana y
tarde. Conviene que
las enfermeras sean
del barrio, y que los
médicos no tengan otro
trabajo más que éste,
de lunes a sábado,
cinco horas por la
mañana y cinco por la
tarde, sin excusas, y
bien pagados. Y quien
falla, o quien roba,
adiós. Nadie
vendrá a barrer la
vereda. Pero hay manos
y hay escobas. Esto es
de todos y para todos,
y por tanto hay que
cuidarlo y protegerlo
entre todos.- /
Publica El
Litoral,
domingo 17/12/23: html
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