Santa
Fe y Barcelona, 01/04/23 OTRA
SEMANA
SANTA EN LA CALLE Semana
Santa
vuelve a poner sobre la
mesa el problema de los
chicos que en Santa Fe
deambulan por la calle
buscando algo más que
dinero, puesto que huyen
de algo más que pobreza.
El mundo los llama
«street and working
children». En la Ciudad
Cordial todavía no
tienen nombre. A
ciertas personas, con
buen sueldo y buena
silla, les parecerá
exagerado llamarlos
«chicos de la calle».
Les parecerá exagerado
porque si aceptaran esta
denominación estarían
aceptando en
consecuencia la
situación en que están.
Y, por lo tanto,
estarían admitiendo que
poco hacen, y poco
hicieron por ellos. Pero
esto no es exagerado,
sino exacto. En
efecto,
en 2017, el Comité de
las Naciones Unidas para
los derechos de los
niños establecía esta
definición para los
chicos de la calle:
«Niños que dependen de
la calle para vivir o
trabajar, ya sea solos,
con compañeros o con la
familia. (...) Son una
población amplia de
niños que han
establecido fuertes
vínculos con los
espacios públicos y para
quienes la calle
desempeña un papel vital
en su vida cotidiana y
en su identidad.» Es
probable
que algunos de los mal
llamados «trapitos»
también puedan quedar
comprendidos en esta
definición. Este
apelativo, sin duda
despectivo, que margina
y estigmatiza, de origen
popular, y es así como
los llama la gente e
incluso los medios, es
el síntoma de la poca
consideración que les
merecen, pese a que
prestan un cierto
servicio, quizás más
útil que ciertos otros.
Trapitos o no, algunos
son chicos de la calle,
y algunos no son ni
púberes. Curiosamente,
en
un contexto que se
propone incluir a las
niñas, a las chicas y en
general a las mujeres,
estos chicos de la calle
son todos o casi todos
varones. Y esto obliga a
pensar que también ellos
tienen una estructura
jerárquica, o al menos
ciertas jerarquías que
deciden que este sí y
esta no, o este acá y
esta allá. Lo cual a su
vez lleva a pensar que,
si hay tantos chicos
como chicas a cualquier
edad, las chicas que no
agarran el trapito,
dónde están, y haciendo
qué, y por orden de
quién, y con quién. Los
muchos
chicos que en el mundo y
tal vez en Santa Fe
viven en la calle, o es
aquí donde pasan la
mayor parte de las horas
y en donde encuentran
sustento e incluso
protección, suelen huir
de una realidad que les
resulta peor. Escapan de
más pobreza, escapan del
abuso en casa, escapan
de la violencia, escapan
de la explotación,
escapan del tráfico de
seres humanos, escapan
del narco como la
alternativa que parece
obligada. Al mismo
tiempo, crecen como
individuos a la vez que
intentan desarrollarse,
con éxito desigual, como
personas. En
su
crecimiento y desarrollo
aprenden ciertas
tácticas y estrategias
que sin duda les son
útiles, y que por cierto
son comprensibles porque
son técnicas de
supervivencia. Aprenden,
por ejemplo, a
posicionarse en puntos y
momentos bien visibles,
expuestos de pronto a la
mirada ajena. Pero me
temo que esta mirada
ajena, tal vez porque ya
está acostumbrada, suele
ignorarlos, y esto los
lleva, lógicamente, a
revisar y luego mejorar
las dichas estrategias,
que así, poco a poco,
van perdiendo
escrúpulos. Y conforme
pierden escrúpulos, van
ganando más
posibilidades de recibir
una respuesta
inaceptable. Es
fácil
caer así en manos
explotadoras, en el
abuso sexual (como
víctima o como agresor),
en la violencia
callejera, en el robo de
cada día, en el consumo
y tráfico de drogas. La
salud también se
resiente en este
contexto, pero de ella
poco queda registrado
como para que pueda
servir luego como
argumento de cambio. Embarazos
pueden
ser otra consecuencia, y
nueve meses después nace
el vástago, que nace así
llamado a perpetuar la
especie, esa especie de
vida humana que nace y
se desarrolla a la
sombra de grandes
edificios, de grandes
camionetas, de grandes
discursos. Pero,
pese
a su condición
callejera, estos chicos
tienen los mismos
derechos que cualquier
otro. Tienen el mismo
derecho, por ejemplo, a
tener fácil acceso a la
educación y a la salud,
y entonces me pregunto
si la Cordial, en su
infinita cordialidad,
vela de verdad para que
estos derechos
infantiles, o
infanto-juveniles, se
vean respetados en la
realidad, y más allá de
la teoría. Ya
sé
que la situación de los
chicos de la calle de
Santa Fe no tiene la
magnitud, ni cualitativa
ni cuantitativa, que
tiene este problema en
otros países. Pero es
esta menor magnitud,
precisamente, lo que
hace que aquí el
problema sea más fácil y
más barato de aligerar. Para
ello,
lo primero es aprender a
darle importancia a lo
que realmente tiene
importancia, y entonces
actuar en consecuencia.
Y a la vez hay que
aprender a dejar para
otro día las cosas que
son sólo
entretenimiento, pan y
circo para que no se vea
lo que es evidente. Cuando
así
se le da valor relativo
a lo que es absoluto, y
valor absoluto a lo que
es sólo relativo, ocurre
el fenómeno que se
conoce como tirarse
piedras al propio
tejado. Es decir,
escupir para arriba.
ENTRE
TODOS En
este
febrero de 2023, varias
organizaciones
científicas
internacionales,
agrupadas bajo el común
denominador de la
pediatría social, se
reunieron en la India
para poner en común
experiencias y
soluciones, y
propuestas, sobre el
universal problema de
los chicos de la calle.
Insisten en lo que es
obvio, pero al parecer
fácil de olvidar: el
chico de la calle está
en una situación que
compromete en alto grado
su salud y sus derechos.
La salud y los otros
derechos infantiles y
adolescentes han sido
reconocidos por
Argentina y, por lo
tanto, ocuparse de ellos
no es una opción sino un
compromiso firmado. Entre
estas
organizaciones está la
prestigiosa Asociación
Internacional de
Pediatría. Remarcan que
las autoridades
nacionales, y las
locales, deben asumir el
problema, al que
califican de injusticia
social. Pero también se
debe remarcar que las
soluciones deben pasar
primero por un análisis
objetivo de la realidad.
Y que para esto es
necesario que los
profesionales de la
salud pública en general
y de la pediatría en
particular se sienten
todos a una mesa común,
junto con políticos y
gente del barrio, para
buscar soluciones
realistas. Si
la
educación de los chicos
de la calle es un
problema que compete,
entre otros, a los
educadores, la salud de
estos chicos es un
problema que compete a
los profesionales de la
pediatría, que por
cierto son muchos más
que los pediatras. Ponen
como
ejemplo las clínicas
móviles de pediatría de
la India, que en vez de
esperar a que el
paciente venga, van por
los barrios a fin de
brindar asistencia
médica para los casos
agudos y crónicos, para
controlar el crecimiento
y desarrollo de los
chicos, para vacunarlos,
para promover una vida
sana y una alimentación
saludable, etc. Por
último,
urgen a los gobiernos
para que se comprometan
con los chicos de la
calle, y para que animen
a los profesionales de
la pediatría a diseñar,
y luego llevar a cabo
nuevas e ingeniosas
estrategias
asistenciales. Más información
en Advancing
the rights of street
and working children
(Lancet Child &
Adolescent Health),
abril de 2023, gratis en
Internet.- // Publica El
Litoral,
miércoles 12 de abril de
2023: html
-
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