Barcelona,
24 de gener de 2023 La
vaga sanitària és
oportunitat per al
diàleg i el consens Aquesta
vaga sanitària, com a
mínim a la pediatria
d'ambulatori de Mataró,
és del tot necessària.
Ho és perquè encara que
les vergonyes són ben a
la vista, i des de fa
temps, no pocs
directors, adjunts i
d'altres directius
continuen que fan
l'orni. Hi
ha molts problemes, i
són problemes rellevants
que afecten la salut de
les persones. Són
problemes derivats d'una
mala gestió, que sovint
es fa dictatorial quan
l'autoritat no vol
escoltar qui fa la
feina, tot i que
l'Institut Català de la
Salut té mecanismes
perquè el personal
assistencial tingui
participació en les
decisions que afecten el
centre on treballen. Cap
centre de Mataró, però,
va acceptar la
perspectiva de compartir
un problema per tal de
consensuar-ne la
solución. D'això, se'n
diu autocràcia. En
nombroses ocasions es va
demanar de consensuar
les decisions que
afecten metges,
infermeres i pacients,
però la resposta sempre
és que sí, i després
l'oblit. Tot
i les queixes dels
pacients i del personal
que en té cura, els
directius mantenen la
tendència de prometre
accions que ja se sap
que ningú fará. Cal
recordar que poc del que
es va aconseguir amb la
vaga anterior és avui
una realitat a Mataró, i
que els pacients de
pediatria, sobre tot els
més vulnerables,
continuen patint una
realitat que es deu a la
indiferència dels
directius. És per això
que penso que aquesta
vaga és necessària. No
hem de caure, però, en
la ingènua temptació de
pensar que serà útil si
la dirección de cada
centre continua
caparruda pensant que
són més intel·ligents, i
que només per haver
aconseguit el càrrec
tindran prou habilitats
per desenvolupar-lo amb
una mínima solvència. No
és només una qüestio de
sou i de condicions
laborals, ni és que no
n'hi hagi prou, de
metges i infermeres. És
una qüestió de dignitat,
cal que respectin el
pacient tot respectant
el professional que en
té cura. Cal que surtin del cau, que s'apropin a la consulta i ens preguntin què passa. I entre tots trobarem una solució. La clau és el diàleg i el consens.- / Umbert Vilaferrans, publicat a El Periódico en català, dimarts 24/01/23.
Santa
Fe y Barcelona,
01/02/2023 MÁS
SOBRE
EL ROBO DE BEBÉS No
hay
que olvidar que entonces
robaron más de
quinientos bebés. Un
largo artículo
rescata la memoria de
los bebés robados
durante la dictadura
militar argentina. Los
robaron apenas nacer o,
para ser más exactos,
antes de nacer. No nos
conviene olvidar, porque
el olvido permite que
vuelva a pasar. Los
autores
del artículo explican
que fue un pediatra,
durante una consulta a
domicilio en Acassuso,
provincia de Buenos
Aires, en 1983, quien
sospechó que allí había
algo que no podía ser.
El paciente, Javier,
entonces de 6 años, no
podía ser hijo de quien
decía ser su madre, y en
casa el ambiente era
militar. Denunció sus
sospechas, y de
inmediato se puso en
marcha el protocolo. El
artículo
es el resultado de una
investigación que se
publicó el pasado 16 de
enero en The Guardian,
el prestigioso diario
inglés. Los autores
siguen una línea
argumental centrada
sobre todo en este caso
concreto, pero a la vez
explican sin disimulo ni
atenuantes la magnitud
de la barbarie. Llenos
de esperanza describen
también los esfuerzos
nacionales e
internacionales que se
hicieron y se están
haciendo para intentar
encontrar a los muchos
que aún hoy siguen
anónimos, o tal vez
ocultos por propia, o
por ajena voluntad. No
se privan tampoco de
explicar que a las
embarazadas las trataban
con cierto respeto hasta
que llegaba el momento
del parto. Apenas nacido
el bebé se lo quitaban,
y comenzaban las
sesiones de tortura.
Luego, tal lo previsto,
hacían desaparecer a la
madre. La
pediatría
de entonces, igual que
la de ahora, mira más
allá de la fiebre, los
mocos y las vacunas.
Mira la persona y su
entorno. Quiso el
destino que aquel
pediatra fuera de buena
memoria y notable para
el dibujo, y dibujó la
cara de su paciente. Y
comenzaron a mostrarle
el dibujo a las familias
a quienes los militares
les habían robado un
hijo. En
Mar
del Plata, una señora se
dió cuenta que el niño
del dibujo se parecía a
su hijo, raptado en
1977. Luego los
acontecimientos se
precipitan. Piden que el
niño y su supuesto
padre, un oficial de
alto rango de la marina,
se hagan un test
genético. Pero
consiguieron escapar a
Paraguay, donde
combiaron sus
identidades. Luego se
instalaron en Sudáfrica,
y más tarde en Londres. Javier,
con
12 años, supo que era
hijo adoptado. Su madre
adoptiva le explicó que
su madre biológica lo
quería mucho, pero que
no podia hacerse cargo.
Le dijo que no lo habían
abandonado, y que si
algún día él quisiera
saber quiénes eran sus
padres verdaderos, ellos
le ayudarían a
buscarlos. Años
después,
Javier les explicaba a
los autores del artículo
que entre los 12 y los
18 años, su padre
adoptivo, poco a poco,
le fue explicando la
verdad en toda su cruel
dimensión. Le explicó
qué hicieron y cómo, y
por qué, y le habló
incluso de los vuelos de
la muerte. En
1998,
sabiendo ya que su
adopción había sido
ilegal, llegó a
enterarse que una tal
familia Viñas seguía
buscando al hijo nacido
en cautiverio, y en la
primavera, con 21 años,
viajó a Buenos Aires
para hacerse el test
genético. Supo entonces
con certeza que era hijo
de Cecilia Viñas y Hugo
Penino, puesto que el
resultado del test no
ofrecía ni sombra de
duda. Ya
sabía toda la verdad. Conoció
entonces
a su familia biológica.
Pero los nuevos
sentimientos se hicieron
paradójicos cuando la
autoridad le pidió
colaborar para juzgar a
sus padres adoptivos,
para lo cual había
sobradas razones. La
respuesta fue negativa.
«Mis padres adoptivos me
quisieron, me quieren
mucho. Abandonaron el
país, se escondieron y
vivieron huyendo de la
Interpol durante más de
20 años. Uno no hace eso
sólo por ideología o
porque tenga miedo de
que lo agarren, sino por
amor.» Los
tres
autores de este artículo
de investigación son
Lorenzo Tondo,
corresponsal de The
Guardian en Italia,
Elena Basso desde Buenos
Aires, y Sam Jones desde
Madrid. También se
publicó en al menos
otros dos diarios
prestigiosos, Le Monde,
francés, y La
Repubblica, italiano, lo
cual da una idea cabal
de la relevancia que se
le dió al tema. La
respuesta
de Javier no es el único
caso. Otros también
dijeron que sus padres
adoptivos y raptores, o
cómplices de rapto,
tortura y asesinato,
actuaron con amor, y los
hay que conservan
relación con ellos. De
esta manera, los autores
del artículo parecen
querer decir que la
alternativa del perdón
es la más lógica y la
más humana, puesto que
ya es tarde para reparar
el daño, o porque el
daño ya fue reparado con
mucho amor, en opinión
de los interesados. Sólo
parecen
querer decirlo, pero no
llegan a decirlo. Lo
dejan en el aire, para
pensarlo. Hoy Javier
tiene 45 años y es,
hasta donde se sabe, el
único hijo de
desaparecido que vive en
Londres. Su padre
adoptivo, el del mucho
amor, murió en 2005 de
un ataque cardíaco,
fugitivo aún de la
justicia. La madre y el
padre de verdad siguen
desaparecidos.- Los
antecedentes Los
autores
del artículo citan a
Baltazar Garzón: “La
apropiación de niños
(...) siempre ha tenido
como objetivo el
humillar y someter al
enemigo (...). Y el
método usado en
Argentina era
especialmente perverso:
esperar a que la madre
diera a luz, arrebatarle
el bebé, torturarla,
matarla, y hacerla
desaparecer.” Así, el
objetivo no era tanto
apropiarse del bebé como
acrecentar el daño
físico i sobre todo
psicológico a la madre.
Este concepto encuentra
diversos antecedentes en
la historia
contemporánea, sea de
robo de bebés o niños,
sea de violación
repetida y tortura, y
luego muerte de niños y
adolescentes en
presencia de sus padres
con el objetivo de
someter los padres, como
testigos impotentes, a
un dolor que desgarra, a
una humillación que
lacera. En
este
contexto, cabe recordar
el robo sistemático y
organizado de niños que
tuvo lugar en los
territorios ocupados de
Ucrania, Polonia,
Checoslovaquia y
Francia, a partir de
1939, durante la Seguna
Guerra Mundial. Grupos
organizados recorrían
las ciudades y los
pueblos y arrancaban
bebés y niños de los
brazos de sus padres, y
se los llevaban.
Buscaban niños rubios y
de ojos claros. Miles y
miles. Con unas pocas
excepciones, esos padres
no volvieron a ver nunca
más a sus hijos. Los
enviaban
a Alemania, donde unos
equipos de profesionales
sanitarios elegían,
mediante parámetros
fïsicos y de fisonomía,
a los que consideraban
más puros desde el punto
de vista racial. A estos
elegidos se los
mandaban, con papeles
mentirosos pero del todo
legales, a ciertas
familias alemanas para
que los críen bajo el
más riguroso espíritu
germánico. A
los no elegidos los
mandaban a uno de los
tres campos de
concentración infantiles
que hubo entonces. No
eran campos de trabajo
ni de exterminio, sino
lugares donde
amontonaban chicos.
Luego, poco a poco, los
mandaban a los campos de
exterminio. Terminada
la
guerra, la Cruz Roja y
otras organizaciones
buscaron estos niños
pero, amparados por sus
nuevos padres y por
papeles legales, sólo se
pudo localizar a una
pequeña minoría. De
éstos, no fueron pocos
los que no quisieron
volver.- / Más
información: Lebensborn
/ Publica El
Litoral, martes
7 de febrero de 2023 / html
/ jpg. Todos los textos
de JB, aquí Los Bello.Cat
desde enero de 2015,
aquí La versión beta
del Bello.Cat, aquí Aquí, Paulo Bello / Alicia Bello, aquí
|
Diseño: Jorge Franganillo |