Santa
Fe, sábado 12 de
noviembre de 2022 LOS
CHICOS DE SANTA FE Los
chicos de Santa Fe son
la razón más poderosa
para repensar la
realidad, y actuar en
consecuencia. Y
mientras allá se gasta
dinero inútilmente, en
el circo más que en el
pan, acá resuenan otra
vez las voces que
alertan sobre la falta
de pediatras. Estas
voces se rasgan en
público las vestiduras
y no dudan en levantar
el dedo para señalar
al otro, cuando tal
vez les sería mejor
mirarse antes en el
espejo. No
es que falten
pediatras, no. Faltan
pediatras que quieran
trabajar en las duras,
ásperas condiciones
que establece la
autoridad, política o
de gestión. Si
hubiesen previsto esta
situación, anunciada
desde hace tiempo, y
sobre todo si
consideraran que hay
que tratar a las
personas con dignidad,
me parece que otro
gallo cantaría. Dicen,
no privados de cierta
histriónica
verborragia, que no
hay suficientes
profesionales para
cubrir todas las
vacantes de las
guardias de pediatría,
de hospital. Siendo
que éste es uno de los
trabajos más duros de
la pediatría, pero sin
duda imprescindible,
me pregunto si la
oferta que les ponen
sobre la mesa es
interesante,
tentadora. O si, por
contra, la autoridad
pretende que el
profesional candidato
acepte aquéllo que por
cierto no aceptaría
quien lo propone. Si
es así, cabe mirarse
antes al espejo. Dicen
también que no se
ocupan todas las
vacantes de la
residencia de
pediatría, y esto
resulta sospechoso
porque, más allá de
nuestros límites, la
residencia de
pediatría es una de
las más buscadas. Hay
que preguntarse por
qué, y responder con
sinceridad. Se
debe observar que el
modelo de atención de
pediatría de Santa Fe,
en cuanto a lo
ambulatorio, la
puericultura, la
prevención, etc., no
es en absoluto el
mejor, puesto que no
consigue satisfacer la
demanda. No
responde a la demanda
porque está
fraccionado en exceso
y porque tiene
marcadas
desigualdades, y
porque no incluye a
todos los actores ni a
todos los escenarios
que, con la realidad
en la mano, serían
oportunos y
necesarios, y están
disponibles. Y si se
pretenden soluciones
más allá del discurso,
hay que contar con
todo, y con todos. La
autoridad debe
recordar que el cargo
que ocupa no implica
la sabiduría para
ejercerlo bien. Por lo
tanto, lo primero es
preguntar qué pasa y
qué podemos hacer. Es
sabio quien pregunta,
y es necio quien tiene
la respuesta
preparada. Hay otros
modelos de atención de
pediatría, y no sería
mala idea mirar cómo
son, qué ventajas
tienen, cómo se
organizan, quién hace
qué. Mientras
tanto, mientras unos
piensan, los chicos
son los que salen
perdiendo. Sobre todo
aquéllos que necesitan
una pediatría
accesible porque no
tienen otra puerta a
la cual llamar.
Mientras nos vamos a
jugar al fútbol como
si no tuviéramos nada
mejor que hacer, hay
una infancia en Santa
Fe que se queda
esperando. Es una
cuestión de dignidad,
hacia los pediatras,
presentes y futuros, y
hacia los chicos.
Ellos son una razón
poderosa, un motor
suficiente, el mejor
argumento para
repensar la realidad. LOS
CHICOS DE CATAR Todos
sabemos que no es
bueno casarse entre
primos. Es arriesgado,
por el peligro
genético de una
descendencia
defectuosa. Pero en
Catar esto es
habitual, tanto los
casamientos entre
primos como la
descendencia
defectuosa. Los chicos
de Santa Fe no son
entonces como los
cataríes, porque
tienen menos dinero
pero mejor sangre. Según
un informe médico
internacional, más de
la mitad de los
casamientos en Catar
se formalizan entre
primos, en general
primos hermanos. En la
mayoría de casos, los
padres de la novia
también son primos
entre sí, tanto como
lo son los padres del
novio. La endogamia
pasa así de generación
en generación, y
arrastra consigo la
perspectiva, cada vez
más probable, de genes
defectuosos que se
manifiesten en los
hijos. El
citado informe dice
que las parejas entre
primos tienen más
hijos que las parejas
cuyos miembros no son
parientes entre sí.
Supongo que esto puede
deberse a que, en los
matrimonios entre
primos, ella se casa
(o, mejor dicho, la
casan) con, por
ejemplo, 15 años. Es
decir, tienen más
hijos porque empiezan
antes. Pero
no se trata de
cantidad sino de
calidad. El dicho
informe alerta de que
el número de hijos con
retraso mental o
epilepsia es
significativamente más
alto en las parejas de
primos que en las
parejas que no son
parientes entre sí. Catar
es así un ejemplo de
aquéllo que no hay que
hacer, en materia de
casamientos o, mejor
dicho, de política
matrimonial. También
es un ejemplo de lo
que no hay que hacer
en otros aspectos.
Allí, la flagelación y
la lapidación son
castigos legales, y
también lo es la pena
de muerte. En
Catar, pese a ser un
país rico gracias al
petróleo, tres hombres
y cuatro mujeres de
cada cien son
analfabetos. Y en las
pruebas PISA de
matemáticas y lectura,
los jóvenes cataríes
de 15 y 16 años
quedaron en pésimo
lugar, en 2012, al
mismo nivel que
Colombia, por ejemplo. Siendo
así, se entiende la
voluntad de esconder
las vergüenzas y hacer
cosas de alto impacto
para mejorar la
imagen. Pero quien
acepta esta
estrategia, a cambio
de seguir
alimentándose del pan
y del circo, con su
silencio se hace
cómplice de las
vergüenzas que se
pretenden esconder. Las
parejas formadas por
dos miembros de una
misma familia son
llamadas consanguíneas
porque ambos miembros
son de una misma
sangre. Son una
tradición muy antigua
en diversas culturas
pero, por suerte, van
disminuyendo en todo
el mundo gracias a la
globalización del
conocimiento. En
Catar, sin embargo,
los matrimonios entre
primos van en aumento. Los
matrimonios
consanguíneos, en
general forzados,
suelen tener en común
que ella, mucho más
que él, es joven, muy
joven, a veces poco
más que una niña. Él,
en cambio, tanto puede
ser un adolescente
como un señor maduro.
Si ella aún está en la
escuela cuando los
padres toman la
decisión de casarla,
ella deja la escuela
para dedicarse por
completo a su marido,
a sus hijos y, en
ciertos países, a sus
suegros. Las
consecuencias son
fáciles de imaginar. Pese
a que Catar tiene más
hijos con defectos,
sus estructuras
escolares no guardan
proporción con la
riqueza del país, y
resultan insuficientes
para atender las
necesidades, sobre
todo prescolares, de
los chicos de Catar. Esto
último hace pensar que
la escuela, para un
país o para una
cultura, no es una
cuestión de dinero.
Sino de dignidad. Allá
donde se desprecian
los derechos humanos,
allá donde no hay
democracia ni sistema
judicial
independiente, allá
donde la explotación
laboral llega hasta la
esclavitud, se
comprende entonces que
allá también haya un
desprecio por el
sistema educativo. Siendo
que Catar es lo que ya
sabemos que es, y
siendo que organizar
grandes eventos
deportivos es una
estrategia conocida
para mejorar la imagen
del país y esconder
así las vergüenzas, no
entiendo por qué
Argentina gasta tanto
dinero en ir allá a
jugar al fútbol si ese
dinero sería mucho más
útil en el presupuesto
escolar, o en la
guardia de pediatría.
Pero
esto del pan y circo
no es nuevo.- Publica
El Litoral: martes
22/11/22 [html]
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