Barcelona
y Santa Fe, 01/11/22 ALERTA
POR LA TOS Y SUS
JARABES El
grito de alerta corrió
rápido por todo el
mundo, pero me temo que
no logró toda la
repercusión que se
necesita puesto que no
todos los medios se
hicieron eco de tal
alerta. Ciertos
jarabes de la tos
resultaron tóxicos,
mortalmente tóxicos, y
no es la primera vez que
esto pasa. Esta
vez pasó en Gambia, un
pequeño país africano
cuyas tierras fértiles
no olvidan el triste
pasado durante el cual
fueron víctimas del
comercio de esclavos,
primero a cargo de los
portugueses y luego en
manos de los ingleses. Allí,
ahora, varios jarabes
provocaron la muerte de
69 niños. Son jarabes de
aquéllos que con cierta
ingenuidad se venden
para la tos y los mocos,
para los síntomas del
resfriado o de los
cuadros gripales de la
infancia. Estos jarabes
contenían, por error,
una cantidad tóxica de
dos disolventes
industriales, y éstos
provocan, les provocaron
un fallo renal agudo. En
al menos 69 niños este
error y este fallo
fueron causa de muerte.
La
Organización Mundial de
la Salud alertó al mundo
sobre el peligro de
estos jarabes,
fabricados en la India y
comercializados en
varios países de Asia,
África y América Latina.
Pero no en la India. Un
alto funcionario indio
aclaró que se trataba de
jarabes fabricados sólo
para exportación, y no
para el consumo de los
niños indios, y que esta
práctica es habitual. Pero
este funcionario no dijo
que estos jarabes ya no
se vendían en la India
porque en dos ocasiones
anteriores ya habían
provocado la muerte de
decenas de niños. Donde
la ley es laxa, allá o
acá, y cumplirla o no
cumplirla es materia
opinable, y donde la
corrupción es habitual,
acá o allá, las
consecuencias quedan a
la vista. Primero
fue en Gurgaon, una
ciudad del conurbano de
Delhi, la capital de la
India, cuando, en 1998,
al menos 33 niños
murieron intoxicados por
los mismos disolventes,
que también estaban en
jarabes. Años después,
en 2020, al menos otros
12 niños morían por la
misma causa en Ramnagar,
una pequeña ciudad de la
India. Ya se sabe que
cierta desgracia suele
quedar anónima, e
impune, cuando las
víctimas son los hijos
de quienes saben poco, y
tienen poco, y no tienen
por lo tanto voz. Fue
a la tercera vez que la
Organización Mundial de
la Salud alertó, alzaba
la voz por ellos, al ver
que aquéllo que estaba
pasando no podía quedar
otra vez en nada. Ahora
el mundo sabe lo que
pasó, y por qué pasó, y
cada país puede tomar en
consecuencia las medidas
que considere oportunas.
Como siempre, lo primero
y fundamental es saber.
Y saber es siempre mejor
que no saber. Saber es
conocer, es entender
más, es poder preguntar
y averiguar, es tener
una mirada crítica, un
espíritu crítico. Saber
es para defenderse. La
escuela, una vez más,
demuestra que es la
clave. Los
jarabes estaban
etiquetados en inglés.
Entonces hay que
preguntarse si los
padres de estos chicos
hoy muertos entienden
suficiente el inglés, o
si más bien estaban
obligados a dejarse
llevar por el mensaje
que transmitían las
imágenes de la etiqueta
y de la caja del jarabe.
En la caja se ven unas
imágenes simpáticas y
coloridas, y en una de
ellas hay un bebé rubio
y gordito, sin mocos en
la nariz ni aspecto de
estar resfriado. Un
informe procedente de la
India sugiere que esta
masiva intoxicación,
repetida al menos tres
veces, pudo ser
consecuencia de un error
que se relaciona con una
pobre escolarización. En
efecto, los jarabes
tóxicos contenían
cantidad de dos
disolventes industriales
cuyos nombres se ven y
suenan parecido al
nombre de sendos
componentes habituales
de la fórmula de estos
jarabes. Esto sugiere
entonces que alguien
confundió ésto con
aquéllo, parecido pero a
la vez muy diferente. Mientras
tanto, en Indonesia, al
ver lo que pasaba, ya
están investigando la
muerte, ahora
sospechosa, de al menos
99 niños que tuvieron en
común el haber muerto
por un fallo renal agudo
de causa poco clara.
Hasta que se aclare si
estas muertes tienen
relación con la
administración previa de
un jarabe tóxico, el
país suspendió por
completo la venta de los
jarabes para la tos. Es
necesario remarcar que
estas muertes por jarabe
infantil se debieron a
que el jarabe en
cuestión contenía una
cantidad tóxica de dos
disolventes
industriales, que
obviamente no entran en
la fórmula de tales
jarabes. Sabiendo además
que los jarabes
antitusivos y
expectorantes son poco
efectivos, cabe
preguntarse si realmente
valen la pena. EN
EL LABORATORIO Aunque
estén bien fabricados y
hayan superado todos los
controles de calidad,
hace tiempo que los
jarabes antitusivos (o
antitusígenos) y los
expectorantes están en
el campo de la duda,
porque ni calman la tos
ni ayudan a eliminar
mocos y catarros, al
menos en resfriados y
gripes. Diversos
estudios avalan esta
afirmación. Por lo
tanto, estos jarabes no
son todo lo que dicen
ser ni consiguen todos
los beneficios que
prometen. Y como algunos
no están libres de
efectos secundarios, o
incluso de un uso
adictivo, sólo debe
recibirlos un niño si el
médico se lo receta. Y
tanto es así que países
como Australia, Bélgica,
Holanda y Gran Bretaña
prohiben la venta libre
de los llamados
antitusígenos y
anticatarrales para
menores de 6 años. En
España, ya hace años que
están fuera de la
cobertura de la
Seguridad Social, que
así no los reconoce como
necesarios y por lo
tanto no les aplica el
descuento que es
normativo. En
Estados Unidos está
prohibida la venta del
antitusivo codeína para
menores de 18 años. Y en
cuanto al
dextrometorfán, que
también se ofrece como
antitusivo, ya se sabe
que algunos lo consumen
con otros fines muy
distintos. Recordemos
que tanto la codeína
como el dextrometorfán
son derivados del opio,
y que por tanto el
consumo irresponsable es
peligroso. En
Santa Fe, el Laboratorio
Industrial Farmacético
(LIF) no fabrica ni
antitusígenos ni
expectorantes, tal vez
porque considera que no
son, ni mucho menos,
medicamentos esenciales.
En cambio, sí que
fabrica otros
medicamentos que la
Organización Mundial de
la Salud considera
esenciales para la
infancia, como
amoxicilina en
suspensión, ibuprofeno
en jarabe y permetrina
en crema. No
obstante, al ver la
lista de todos los
productos que fabrica,
salta a la vista que la
infancia no les parece
prioritaria. En
efecto, al parecer la
infancia no es
prioritaria para el
Laboratorio, es decir,
para la Provincia de
Santa Fe, porque no
fabrica medicamentos tan
esenciales como el
paracetamol en jarabe,
para el dolor y la
fiebre; el mebendazol en
jarabe, para los
parásitos intestinales;
y la azitromicina en
suspensión, que es otro
de los antibióticos que
se consideran
esenciales. Ni jarabe
alguno para el
tratamiento de la anemia
por falta de hierro,
pese a que ésta es
frecuente, y afecta al
desarrollo físico e
intelectual del niño. En
cambio, fabrica el
aceite de cannabis, un
producto empírico que,
más allá de los deseos y
los discursos, carece de
un aval científico
serio, con
alguna excepción.
Si son estas las
preferencias del
Laboratorio, y de la
Provincia, se comprende
por qué ciertas
infancias de la ciudad
continúan marginadas y
sin perspectivas.-
Publica El
Litoral,
domingo 06/11/22: html
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