Santa
Fe, Argentina, y
Barcelona, 01/12/24
Infancia
y salud UNIRSE
PARA
SALIR DE LA CRISIS La
unión marital entre
menores de edad afecta
a muchos jóvenes
argentinos, cuyo
futuro (y por tanto el
de todos) queda así en
entredicho. Santa Fe
es una de las
provincias más
afectadas (después de
Misiones, Formosa y
Chaco). [más] El
así llamado matrimonio
infantil no nos es
ajeno, en absoluto,
aunque no siempre es
matrimonio ni siempre es
infantil. Queda definido
como la unión marital de
una pareja, de hecho o
de derecho, en la cual
al menos uno de los dos
es menor de edad. En
cuatro de cada cinco
casos, ella es la menor
de edad. Y en uno de
cada cinco, el menor de
edad es él. Con
frecuencia son los dos,
y esta situación es tal
vez la más frecuente en
nuestro medio, y en el
contexto de América
Latina. En
algunos países, y en
ciertos casos que no son
pocos, la unión es un
matrimonio formal aunque
forzado, concertado y
obligado por los padres
de los dos, y también
forzado por el entorno,
la cultura, la
tradición. Es aquí donde
la novia suele ser una
niña, y queda para
siempre encadenada. También
hay otros condicionantes
poderosos, como la
crisis, la urgencia
económica y, sobre todo,
la esperanza de una vida
mejor. En otros casos,
en otros entornos
sociales, se trata más
bien de uniones
juveniles, en teoría
libres y voluntarias.
Pero es posible que no
sean ni tan libres ni
tan voluntarias porque
suelen estar
condicionadas por el
deseo de salir de una
situación asfixiante
(familiar, doméstica,
social) para entrar en
otra situación,
incierta, que parece o
promete ser mejor. Hasta
no hace mucho, la
sociedad santafesina,
genuflexa y persignada,
casaba con apuro a los
jóvenes adolescentes,
menores de edad,
estudiantes de
secundaria, si ella
quedaba de él
embarazada. El
matrimonio infantil, más
bien juvenil, por tanto,
era una realidad local,
y repetida, y
socialmente aceptada.
Nadie puede por tanto
levantar aquí el dedo
acusador. Es
evidente que esto era
una forma de violencia
contra los dos, amparada
en una cuestión de
honor, como si los otros
estuvieran libres de
todo pecado. Pero en
especial era una forma
de violencia contra
ella, y contra ella se
levantaba cruel el dedo
acusador. Gracias
al trabajo de muchos, el
número de uniones
infantiles va
disminuyendo poco a poco
en todo el mundo, aunque
no es así en América
Latina. La gravedad de
la unión infantil o
juvenil, tal como es
fácil de imaginar,
radica en que esta unión
suele implicar, para
ella, el abandono
escolar para dedicarse
por completo al entorno
doméstico, a tener hijos
y criarlos, y a ocuparse
del esposo o compañero.
En algunos países, la
unión infantil implica
además el tener que
encargarse de los
suegros. Todos estos
deberes conllevan
sumisión, y aquí la
violencia y por supuesto
el abuso pueden
presentarse una y otra
vez, y los hijos no
siempre son tan queridos
y bien tratados. Según
nos dice Unicef en su
último informe sobre
este tema
(*), el país
donde se registra el
número más alto de
matrimonios infantiles,
convenidos por ambas
familias, es la India,
un país marcado por
profundas desigualdades
sociales. Luego le
siguen China y
Bangladesh. Brasil ocupa
el sexto lugar y Méjico,
el octavo. En
el contexto de América
Latina y el Caribe, la
mayor parte de las
uniones juveniles son
uniones de hecho, y al
parecer se relacionan
sobre todo con la
expectativa de salir de
aquí para vivir allí una
vida mejor. Fácil es
entender que estas
expectativas no siempre
se cumplen, puesto que
se puede pasar de una
situación mala a otra
igualmente mala, aunque
diferente. Comparando
la realidad de hace 25
años con la del año
pasado, no se observa en
América Latina una
disminución en el número
de estas uniones
juveniles. Esto es para
preocuparse a causa de
las implicaciones que
conlleva, tanto para el
presente como para el
futuro de todos. Hay que
saber que el 9% de todas
las uniones
infanto-juveniles del
mundo ocurren en la
región de América Latina
y el Caribe. Y
algo más, que es fácil
de ver. Las uniones
juveniles de esta región
son mucho más frecuentes
en los segmentos pobres
de la sociedad que en
los segmentos medios o
ricos. Como se sabe, los
entornos pobres son
también entornos donde
los jóvenes tienen menos
formación, y por tanto
pocas expectativas. Una
vez más, pobreza, poca
escuela y pocas
expectativas son
realidades que van
juntas, y así es como se
perpetúa el círculo
vicioso de la pobreza y
la desesperanza. Ahora
que se terminan las
clases, ahora es
precisamente un buen
momento para pensar en
la escuela y en las
formación que nos hace
falta. En
cambio, el número de
uniones juveniles
disminuye en el resto de
las regiones del mundo.
Este descenso es más
marcado en los segmentos
pudientes de las
diversas sociedades,
mientras que se mantiene
como una costumbre
todavía arraigada en los
segmentos pobres, en los
cuales la disminución de
estas uniones es menos
marcada. Una vez más, la
cultura, es decir, las
tradiciones y la
escuela, y la formación
profesional tienen mucho
que ver con la pobreza y
el infortunio. (*) United Nations Children’s Fund (Unicef). «Is an end to child marriage within reach? Latest trends and future prospects. 2023 update». Unicef: New York, 2023. [aquí]
Argentina
se manifestó en
público a favor de la
violencia contra las
chicas, puesto que no
lo hizo en contra, el
mes pasado, en la
Asamblea de las
Naciones Unidas.
Aunque esta postura
carece de
trascendencia
práctica, puesto que
fue el único país que
lo hizo, es todo un
símbolo, es un síntoma
del ridículo, la
pataleta, la voluntad
de llamar la atención
al precio que sea.
Santa Fe, en cambio,
se posicionaba poco
después a favor del
respeto y en contra de
la violencia, incluso
en el mundo digital. El
cambio ya está aquí Nadie
levante el dedo
acusador, más bien
intente entender el por
qué, puesto que es
probable que pueda hacer
algo para atenuar el
infortunio de los que,
por pura casualidad,
nacieron en otra cuna.
La educación, la
formación, los
compañeros de la
escuela, la formación
profesional, una
tecnicatura, saber hacer
algo bien hecho para no
depender del otro, éstas
me parece que son las
claves. En
varias ocasiones tuve
oportunidad de conversar
con adolescentes varones
que pertenecen a
culturas donde ellos no
eligen a la novia.
Crecen y se desarrollan
sabiendo que sus padres
sabrán elegirle una
chica adecuada con quien
casarse y tener, rápido,
hijos. No les parece
mal, es cultura, es una
tradición que les viene
dada desde chicos. Saben
bien que no tienen que
aprender a cocinar ni a
tender una cama, ni que
recibirán nunca un no
como respuesta. A
cambio, eso sí, tendrán
que mantenerla. Esta
tradición se guarda con
rigor porque les asegura
la continuidad social y
económica. La cuestión
es compleja, y
comprensible. Pero las
cosas mejoran, y el
matrimonio por
obligación, o la unión
por necesidad, forzados
por la tradición o
forzados por las
circunstancias, se hacen
cada vez menos
necesarios conforme se
va desarrollando el
llamado estado del
bienestar. Es decir,
mejorar lo social lleva
a mejorar lo personal, y
lo de la comunidad. El cambio ya está aquí, en efecto, y gracias a la escuela. Chicas y chicos de estas culturas, al compartir la condición heterogénea de la escuela, del todo necesaria, ven, observan, aprenden que al alcance de la mano hay un cambio. Es el cambio que necesitan. Unos y otros entienden que casarse o unirse no debe ser por obligación o por necesidad. Y que son otros los roles de cada uno en la pareja. La escuela y los docentes, entonces, vuelven a ser la clave para que se respete la dignidad humana, para abrir los ojos, para entrenar las manos, para labrar el futuro.- Publicará El Litoral, ?? 0?/12/24: [html] [jpg].
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