Santa
Fe, viernes 16/02/24 Infancia
y salud PORQUE
LA ESCUELA LOS PROTEGE Estoy
seguro de que allá
entrarán en razón y
dejarán de jugar con
lo que no se puede
jugar. Y que esto
permitirá, en
consecuencia, que las
clases podrán comenzar
en tiempo y en forma.
La escuela es hoy más
que nunca necesaria,
porque hoy más que
nunca la escuela
protege a los alumnos. Comenzarán
las clases y con ellas
renace la esperanza.
Quien tiene estudios
de primaria es que
tuvo una infancia más
feliz. Quien además
pasó por la secundaria
tiene una adolescencia
con más amplia la
mirada, más amplia la
mente, mejores
perspectivas. Aunque
degradada en lo
nacional, pero
devuelta a la dignidad
en lo provincial, la
escuela sigue siendo
la mejor alternativa. La
escuela es la mejor
alternativa porque
prepara a sus alumnos
para el futuro
mientras los protege
de la adversidad en el
presente. La escuela
enseña, educa y forma,
y además cuida. La
escuela debe ser
también quien
identifica rápido al
que está mal, tanto en
lo educativo como
sobre todo en cuanto a
la salud y en cuanto a
su situación social,
familiar, económica.
Más que para dar
respuestas, la escuela
está para hacer las
preguntas. En
la escuela de Santa Fe
es ahora más
importante el cómo
estás que el cuánto
sabés. El cómo estás
es trascendente, es
vital, mientras que el
cuánto sabés es
transitorio. Y sólo
sabe más quien está
bien. Por lo tanto,
primero hay que
preguntar cómo estás,
tomaste leche en casa
esta mañana, alguien
te hizo llorar durante
la noche, tenés ganas
de vomitar. Te duele
la barriga, tenés tos.
Querés que te acompañe
para que no tengas
miedo. Querés hacer un
dibujo y luego me
explicás qué
significa. Querés que
te enseñe una canción
para no estar triste. La
escuela te enseña
cosas para que mañana
estés mejor. A otros
les debe enseñar
aquéllo que les
permita salir del
círculo vicioso en que
están ahora. Ya
lo decía Mafalda, que
la educación es la
vacuna contra la
ignorancia y la
violencia. En efecto,
ignorancia y violencia
son dos caras de una
misma moneda. Y si hoy
nos sobra la
violencia, y nadie
sabe qué hacer con
ella, es porque más
nos sobra la
ignorancia, pero con
ella sí que sabemos lo
que hay que hacer. Yo
te cambio policías por
maestros, y todos
salimos ganando. Allá
tenemos un Ministerio
de Seguridad pero no
tenemos un Ministerio
de Educación. Pocas
vergüenzas, si es que
alguna, nos
avergüenzan más como
país, como argentinos,
como personas. En vez
de multiplicar la
violencia generando
ciclos infinitos de
acción y reacción, lo
que necesitamos es
multiplicar hasta el
infinito las labores
educativas,
formativas. Y de
vigilancia del alumno. Vigilar
el alumno quiere decir
estar atentos. Si un
alumno falta hoy a
clase, de inmediato se
desencadena un sinfín
de acciones destinadas
a saber qué pasa, por
qué no vino. Tiene que
volver. Y si el alumno
abandona, fracasa la
comunidad toda y tanto
la comunidad como la
escuela deben hacer un
meticuloso y sincero
examen de conciencia.
Si un chico se duerme
en clase, o si un
adolescente tiene en
el patio una actitud
impropia, sendos
protocolos se activan
de inmediato y todos
salimos corriendo a
ver qué pasa, a ver
qué podemos hacer. Hay
muchos problemas y
muchos chicos con
problemas. Pero no hay
que esperar porque
puede terminar siendo
una espera inútil, y
mientras esperás
ingenuo se te pasó el
arroz. Mientras llegan
las soluciones, y esto
no tiene fecha, hay
que arremangarse y
ponerse las pilas.
Vale la pena, porque
lo que está en riesgo
es el presente y el
futuro. Y si yo quiero
que un chico aprenda y
sea útil, primero le
doy el desayuno. Estas
ganas que tenemos de
salir adelante entre
todos, este deseo de
rehacer las cosas pero
esta vez hacerlas
bien, todo esto es muy
bienvenido y muy
necesario. No miremos
para atrás. Hay que
mirar hacia adelante,
empezando por mirar
dentro de casa, y en
la calle, y en la
esquina, y de noche y
de día, y los
domingos. En vez de ir
a la cancha, organizá
un partido en el
barrio, o lo que sea,
para chicos y para
chicas por igual, y
quien gana come torta.
Y el que pierde,
también. Hay
que enseñarles a los
varones, y enseñarles
a las chicas, juntos y
por separado. Hay que
darles oportunidades
por igual y salir de
un esquema clásico que
ya se sabe que conduce
a la desigualdad, y no
pocas veces a la
violencia. Tal
como quedó visto en
otras ocasiones de
temática similar,
parece lógico que cada
escuela conserve una
parte, y no menor, de
la capacidad, de la
potestad, del poder
para adaptarse a sus
propias
características, es
decir, al tipo de
alumno, de padres, de
barrio, etc. Usando
estas capacidades,
estoy seguro de que
cada escuela podrá
hacer mejor las cosas.
Al fin y al cabo,
conseguir una
formación, conseguir
un certificado de
estudios no es
solamente haber
acumulado un caudal de
conocimientos, sino
también haber
conseguido la madurez
y las habilidades que
las circunstancias a
cada uno le piden. Ofrecerles
el sosiego Propongo
materia para el debate
porque no sé dónde
está la verdad, habrá
que salir a buscarla
entre todos. Pero sí
sé dónde está la
mentira. Todos lo
sabemos. Sabemos que
allá donde abunda el
menosprecio e incluso
el insulto, allá donde
todo es con gritos y
agresiones, allá donde
la amenaza es la norma
y allá donde la norma
es la corrupción y la
violencia, sabemos que
allá no está la
verdad, ni la razón ni
la lógica. Ni el
futuro. Los chicos y
los adolescentes están
inmersos en este
griterío, y aprenden,
y piensan en
consecuencia que éste
es el camino. Error.
Cada día ven en la
calle un nuevo ejemplo
de violencia
explícita, y aprenden.
Entonces surge la
escuela como el lugar
seguro y sano donde
refugiarse. Comenzarán
las clases, aún con
dificultades, y renace
la esperanza, pese a
la adversidad. La
escuela es la
esperanza. Tenemos que
enseñarles a ver la
realidad, a
interpretarla, a saber
qué te conviene hacer
hoy para mañana. Y
cómo se le descubren
al mentiroso las patas
cortas. Cabe
transmitir el sosiego,
cabe mostrarles el
debate productivo, la
conversación serena.
La búsqueda del
consenso. Los chicos,
y aún más los
adolescentes tienen
que encontrar en la
escuela aquéllo que no
encuentran ni en la
calle ni en las
pantallas. Hay que
enseñarles a generar
ideas, a buscar
alternativas y a
valorarlas. A valorar
las ideas ajenas. Y a
descartar por inválida
la palabra vacía, el
oportunismo, la
avivada, el engaño.
Hay que llamar a
sosiego. La escuela
tiene la magnífica
oportunidad de llamar
a sosiego y ser
artífice del
pensamiento sano y
fecundo de quienes hoy
son la base de la
sociedad. No
hay futuro sin escuela
y educación. No hay
futuro sin alumnos que
vivan la escuela con
entusiasmo e
intensidad, que
entiendan que también
aquí están en casa, o
incluso mejor que en
casa en no pocos
casos. Alumnos que
aquí encuentren las
preguntas adecuadas y
que entre todos
encuentren luego las
respuestas que hoy
todos necesitamos.
Todo lo demás es agua
que pasa, y ojalá que
pase pronto. ABANS
D'ANAR-ME'N Abans
d'anar-me’n, la qual
cosa no sembla pas
fàcil, haig de
romandre a consulta
una estona més per tal
de deixar-li buit el
calaix, al pròxim, si
és que n'hi haurà un,
i endur-me allò que és
meu. Buidar el pap, és
a dir, el calaix, és
una expressió
pediàtrica perquè
«pap» és un mot
derivat del llatí
infantil pappare,
que volia dir
«menjar», o potser és
derivat de paparium,
«papilla» en diríem
avui, o «farinetes» en
bon català, o més
aviat «puré», i sembla
que es referia al fet
del nen haver de
buidar el plat,
deixar-lo buit. El
pediatre no ha de
romandre en silenci,
ni quiet ni passiu, ni
llunyà ni distant, ni
indiferent, ni
negligent, ni absent,
perquè el silenci és
còmplice, la
indiferència és de
vergonya, la
passivitat fa mal, la
negligència és
impensable, la quietud
atrofia, la distància
és oblit. Ben al
contrari, el metge de
pediatria ha de mirar
el món, i en
particular el tros de
món que envolta, més
aviat embolcalla cada
nen, perquè prou sabem
que això que rodeja el
nen, el context
familiar, escolar,
social, ètnic,
determina en bona part
la salut del nen, de
la família i del
barri, i per tant
determina en
conseqüència el futur
del nen, de la família
i del barri. Ha de
mirar i, si cal,
parlar, perquè la
paraula és una eina de
la pediatria. La
paraula que és dita
planta una veu
d'alerta i mira de
protegir el nen, però
la paraula no pas
dita, silenciada ves a
saber per què,
perpetua una
injustícia. La paraula
no em sembla una
opció, sinó un
imperatiu. (...) // Llegiu
tot l'article,
inèdit, per a
Pediatria Catalana
però rebutjat perquè
no el van considerar
prou adient per a la
revista. // Barcelona,
gener de 2024.
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